Las personas con adicción pierden el control de sus actos. Sienten una compulsión por consumir sin importar lo que implica, incluso poniendo en riesgo amistades, lastimando a sus familias o perdiendo sus trabajos. Pero, ¿Por qué la adicción hace que las personas se comporten de esta manera tan destructiva? ¿Y por qué es tan difícil dejarla?
La base biológica de la adicción ayuda a explicar por qué estos comportamientos, y por qué las personas necesitan mucho más que buenas intenciones o fuerza de voluntad para romper con sus adicciones
Gracias a los avances de la ciencia hoy por hoy, la adicción es reconocida como una enfermedad crónica que produce cambios cerebrales específicos. Es decir, así como la enfermedad cardíaca afecta el corazón, la adicción afecta al cerebro. Se manifiesta en el deseo por el objeto del que es adicto, pérdida de control sobre su consumo, y cambio de la personalidad.
El cerebro cambia con la adicción
Investigadores descubrieron que buena parte del poder de la adicción está en su capacidad de secuestrar e incluso destruir regiones cerebrales fundamentales que se encargan de ayudarnos a sobrevivir.
Un cerebro sano obtiene recompensa con comportamientos sanos, como hacer ejercicio, alimentarse o crear lazos con los seres queridos. Para ello, enciende circuitos cerebrales que hacen que se sienta maravillosamente bien, lo que lo motiva a repetir esos comportamientos.

Por otro lado, si una persona está en peligro, un cerebro sano empuja al cuerpo a reaccionar rápidamente con miedo o alarma, de modo de que se aleje de las fuentes perjudiciales. Si la persona se siente tentado por algo cuestionable —como tomar helado antes de la cena o comprar cosas que no puede pagar— las regiones frontales del cerebro le ayudarán a decidir si las consecuencias de esos actos valen la pena.
Pero cuando el cerebro se está volviendo adicto, ese “cableado” normal de procesos cerebrales que salen en su ayuda, pueden empezar a funcionar en su contra. La adicción empieza a secuestrar los circuitos de placer/recompensa del cerebro y “engancharlo” para que quiera más y más. La adicción también puede sobrecargar los circuitos emocionales que activan la sensación de peligro, lo que provoca sensaciones de ansiedad y estrés cuando no se está consumiendo. En esta etapa, las personas suelen usar sustancias para no sentirse mal, en lugar de usarlas para buscar los efectos placenteros.
Además, el consumo repetido de drogas puede dañar el centro esencial de toma de decisiones en la parte frontal del cerebro. Esta zona, conocida como corteza prefrontal, es justamente la zona que debería ayudarle a reconocer el daño que provoca el consumo de sustancias adictivas.
“Los estudios de imagenología del cerebro de las personas adictas a las drogas muestran menor actividad en la corteza frontal”, dice la Dra. Nora Volkow, directora del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA por sus siglas en inglés) de los NIH. “Cuando la corteza frontal no funciona de manera correcta, las personas no pueden tomar la decisión de dejar de consumir la droga —incluso si se dan cuenta de que el precio que deben pagar por consumirla es extremadamente alto, y de que podrían llegar a perder la custodia de sus hijos o terminar en la cárcel. Aun así, la consumen.”
Fuente: salud.nih