El consumo de alcohol en España constituye un serio problema de salud pública. Según el informe 2019 del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones, el 91,2% de la población española de 15 a 64 años manifestó haber consumido bebidas alcohólicas alguna vez en la vida, el 75,2% lo había en el último año y el 62,7% en los últimos 30 días.

En este contexto, conviene recordar que el consumo de alcohol provoca daños en todas las estructuras cerebrales. La extensión e intensidad de estas se relacionan con la cantidad de alcohol consumida, la forma de consumo, el grado de desarrollo, que es más grave cuanto más jóvenes son los consumidores.

Estructuras cerebrales afectadas y consecuencias

En muchos trabajos publicados en la literatura científica se han comparado las estructuras cerebrales de pacientes que llevaban días o semanas abstinentes con las de personas de un grupo control no consumidor de alcohol. Los datos no dejaban lugar a dudas: los sujetos dependientes del alcohol presentan alteraciones en regiones de la corteza frontal, así como un adelgazamiento de la sustancia blanca y gris.

Concretamente, los estudios realizados mediante técnicas de neuroimagen han evidenciado que las regiones más claramente afectadas por el alcohol son la ínsula y la corteza órbito-frontal media.

corteza órbito-frontal media.
corteza órbito-frontal media.

Otros estudios, realizados postmorten, apuntan a que el efecto neurotóxico del etanol tendría una mayor predilección por la sustancia blanca, esto es, por áreas del cerebro profundo donde predominan los axones de las neuronas. Eso implica que, por ejemplo, el cuerpo calloso, que conecta ambos hemisferios, está más delgado y atrófico que el de sujetos control. Y parece que también conduce a una pérdida importante de neuronas de la corteza frontal.

La pérdida no es baladí. Sobre todo si tenemos en cuenta que las regiones cerebrales frontales son las encargadas de las denominadas funciones ejecutivas. O lo que es lo mismo, de las actividades mentales complejas necesarias para planificar, organizar, guiar, revisar, regularizar y evaluar el comportamiento necesario para adaptarnos y lograr alcanzar nuestros objetivos. El estudio de estas funciones ayuda a entender tanto la vulnerabilidad y el desarrollo de la adicción al alcohol, como el riesgo de recaídas.

Los trabajos publicados hasta ahora coinciden en apoyar la teoría de que el alcohol provoca un daño cerebral difuso. Aunque no podemos obviar que, al igual que sucede con los estudios sobre daño cerebral, es difícil determinar la recuperación dada la escasa representatividad del tamaño de las muestras de algunos estudios, los cortos periodos de seguimiento y la variabilidad de los instrumentos utilizados para determinar la disfunción cognoscitiva.

¿Se recuperan las alteraciones estructurales del cerebro con la abstinencia?

Los estudios longitudinales realizados para determinar el grado de recuperación de los daños estructurales cerebrales causados por el consumo de alcohol comprenden periodos de seguimiento bastantes cortos, aunque, excepcionalmente, algunos se han prolongado más allá de cinco años.

Por lo pronto, todos coinciden en que los daños cerebrales en adictos al alcohol dependen de varios factores como la edad, la cantidad de alcohol consumida previamente y la existencia de recaídas o el mantenimiento de la abstinencia. En los escasos trabajos que han conseguido periodos de seguimiento más allá de cinco años se observa una recuperación de la sustancia blanca en los sujetos que permanecían abstinentes, pero no así en los que tenían recaídas.

Estos resultados son alentadores, dado que confirman que la abstinencia no solo detiene los efectos neurotóxicos de la sustancia, sino que también facilita los procesos de recuperación de la sustancia blanca.

Fuente: theconversation.com

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